Árboles de piedra

Contemplando el yermo e inmenso paisaje de la estepa patagónica, como imaginar que en épocas pasadas, fue un vasto bosque te araucarias, pinos, helechos y palmeras. Recorrer el Parque Nacional Bosques Petrificados, nos llevará a dilucidar esta contradicción.

Ubicado a 222 km al suroeste de la ciudad de Puerto Deseado, en el corazón de la provincia de Santa Cruz, el Parque Nacional y Monumento Natural Bosques Petrificados de Jaramillo, creado en 1954 y con más de 78 mil hectáreas, conserva la más importante concentración de flora fósil de la Argentina continental.

El proceso de fosilización, ocurre en determinadas circunstancias, cuando un animal o vegetal muere, es inmediatamente cubierto por una capa de arena, tierra o lodo. Éste manto, debe ser permeable para permitir el paso de aguas mineralizadas (cales y sílices disueltos principalmente), producidos por diferentes fenómenos geológicos. Dichas sustancias van reemplazando las moléculas orgánicas, reproduciendo fielmente la forma del individuo muerto. Sin embargo, este proceso tarda millones y millones de años para mostrarse como una roca a los ojos del visitante.

Puntualmente, y como se dijo al principio, durante el Jurásico medio inferior (hace 150 millones de años), la estepa patagónica presentaba un clima cálido y húmedo, que favoreció el desarrollo de animales y vegetales en abundancia. Posteriormente, el surgimiento de la Cordillera de Los Andes, producto de una altísima actividad volcánica, sepultó la vida en la región, dando comienzo al fenómeno de la fosilización. Ya en la era del hombre, el incesante viento fue erosionando la superficie esteparia para dejar al descubierto estas inmensas moles arbóreas pétreas, con una longitud promedio de 30 metros de largo y 2 metros de alto, que impresiona a más de uno.

Subir al cerro Madre e Hija, pequeña elevación de 400 msnm y dominar el paisaje minado de fósiles, mayormente compuesto por araucarias “miriabilis”, y cruzadas por tropillas de guanacos, no es habitual para los turistas.

Si uno quiere seguir obnubilado por los fenómenos naturales, en el centro de interpretación del parque, se exhiben los frutos (piñas) fosilizados de éstas antiguas coníferas. Y es increíble observar cómo se conservan, intactas, la distribución interna y externa de las mismas, incluidas las semillas, a pesar del paso del tiempo. Dichos frutos pétreos, fueron encontrados en todo el sur argentino hasta el territorio antártico nacional inclusive.

El Monumento Natural Bosques Petrificados, es otra de las maravillas naturales que nuestro extenso país guarda con recelo. Para nosotros, cabe la responsabilidad es cuidarlas y disfrutarlas.

 Apunte de viaje: Existe otra área de flora fósil de gran importancia, la Reserva Geológica Provincial José Ormaechea, cercano a la ciudad de Sarmiento en la provincia de Chubut y que puede ser visitada por los viajeros.

Por: Lic. Mariano Guerrieri

Visita virtual guiada – “Parque Kempes y alrededores”

Como parte de las actividades organizadas por la Caja en el «Mes de la Primavera», los invitamos a disfrutar de este paseo virtual por el nuevo espacio recreativo Parque Kempes. Desde que fue inaugurado en marzo de 2019, se ha convertido en el pulmón verde más importante del noroeste de la ciudad. Durante la visita virtual conoceremos, además, el mundialista Estadio Mario Alberto Kempes y su valiosísimo museo del deporte cordobés. El Parque del Chateau, junto al Centro de Arte Contemporáneo Palacio Chateau Carreras, mansión que fuera símbolo de la Córdoba opulenta de finales del siglo XIX, cerca del Centro de Convenciones Córdoba. Por último, caminaremos por los senderos de la Reserva Urbana Gral. San Martín y el Jardín Botánico. Que les sea de su agrado y Feliz Primavera!

Sumampa, el lugar de la otra Virgen

Contrariamente a lo que se cree, la provincia de Santiago del Estero, no solamente es una calurosa llanura salitrosa, ya que posee en su porción sur y suroeste dos cordones montañosos, Sumampa y Ambargasta, respectivamente, con una riqueza histórica-cultural y paisajística increíble. El paraje Sumampa Viejo es su principal referente.

Las elevaciones presentes en la provincia, corresponden a la última porción de las Sierras Pampeanas Septentrionales, que nacen en Córdoba y reciben el nombre de Sierras Chicas, visitadas masivamente por el turismo.

Más allá de la cuestión orográfica, esta tierra fue habitada prehistóricamente por la etnia sanavirona, aborígenes sedentarios que cultivaban el maíz, porotos y zapallo, y que influenciaron en sus costumbres a los vecinos comechingones cordobeses.

Desde la fundación de la ciudad de Santiago del Estero por el adelantado Francisco de Aguirre en 1553, el más antiguo enclave español en el país, la geografía chaqueña comenzó a habitarse. Y como era de costumbre, se dieron tierras en encomienda, correspondiéndole a Pedro Villalba la zona sur provincial, y cuya descendencia, producirá un hecho histórico totalmente desconocido, que marcará el destino de la fe en el país.

En efecto, el hacendado portugués Antonio Farías Sáa, casado con una familiar de aquel antiguo colonizador, encargó a principios de 1630, dos imágenes de la virgen María para su adoración a un amigo de Pernambuco, en Brasil. Las imágenes llegaron en barco al puerto de Buenos Aires en el mes de mayo en sendos cajones de madera. Inmediatamente, un convoy tirado por bueyes inicio su marcha hacia el norte.

Transcurridos tres días de viaje, la caravana se detuvo para descansar en el paraje Zelayes, en el actual Partido de Pilar en la provincia de Buenos Aires. Al día siguiente, los hombres no podían hacer avanzar a las bestias, hasta que bajaron una de las cajas de madera. Tamaña sorpresa se llevaron aquellos al observar el contenido. Se trataba de una pequeña representación de la Inmaculada Concepción confeccionada en arcilla cocida. Interpretando que era un hecho milagroso, los viajeros dejaron la estatuilla en el lugar, sin imaginar que se convertiría en la Patrona de la Argentina y multitudinariamente venerada como Nuestra Señora de Luján en la ciudad homónima.

Mientras tanto, el cajón restante, siguió su marcha junto al séquito en búsqueda de su destino original, para arribar a tierras santiagueñas en noviembre de ese mismo año. La imagen, que en este caso representaba a la virgen con el niño en brazos, fue recibida por la familia Sáa en una humilde ceremonia religiosa y depositada en un rancho de madera, con techo de paja.

Si bien, su advocación como Nuestra Señora de la Consolación creció localmente. Con el paso del tiempo, la historia de su existencia fue olvidada en el resto del país, en contraste con su hermana bonaerense, que se convirtió en la figura central de todos los actos patrios y religiosos argentinos.

Adentrarse en el paraje Sumampa Viejo (en quechua “hermosa vertiente”), ubicado a escasos 4 kilómetros hacia el este de la actual Sumampa Nuevo, pujante pueblo ferroviario, es sumergirse en la historia viva de naturales y colonos, que pugnaban por dominar las serranías, con numerosos arroyos y tierras fértiles. Testigos de las numerosas escaramuzas, son las agujereadas y mal trechas puertas del actual templo colonial de finales del Siglo XVIII, declarado Monumento Histórico Nacional. 

Admirar el cordón de las sierras pampeanas y las vastas llanuras chaqueñas desde el Cerro de la Cruz, que custodia el santuario, es una experiencia acogedora. Como lo es también, imaginarse el colorido y bullicioso ambiente festivo en honor a la virgen a finales de noviembre, entre zambas y chacareras, bombos y guitarras, bailando en los patios de tierra, cuando el lugar vuelve a cobrar vida. Para luego, dar paso a una somnolienta paz entre quebrachos, algarrobos y palo cruz, con sus hermosas flores amarillas.

Para completar el viaje, en cercanías a la iglesia, se pueden admirar el cerro Cara del Indio, formación rocosa semejante a un rosto humano. Toparse con un socavón “de oro”, infructuosa empresa extractiva que emprendieron dos españoles a principios de 1900, queriendo encontrar una veta del valioso metal. Morteros y pictografías rupestres zoomorfas escondidas entre ucles (cactácea de 8 metros de altura) y cardones en paraje “Piedra Pintada”, jerarquizan esta comarca.

Sumampa, que fuera posta del Camino Real y viera pasar en 1566, a San Francisco Solano, en su derrotero por el noroeste argentino, es un tesoro escondido en la serranía chaqueña santiagueña que merece una visita.

Apunte de viaje: A 35 km al este de Sumampa por ruta provincial 13, se encuentran los Bañados del Río Utis, un brazo secundario del Río Dulce, es meca de pescadores, además de un paraíso para las aves y animales de los humedales, colindantes a la Laguna de Mar Chiquita, en donde desaguan sus aguas.

Por: Lic. Mariano Guerrieri

Parque Lineal del Suquía y sus puentes históricos – Visita virtual guiada – 2° parte

Continuamos con el paseo ribereño por el Río Suquía, que marca el ritmo y la disposición arquitectónica de la zona norte de la ciudad. En esta segunda visita, tomaremos rumbo sureste desde el afrancesado puente “Del Centenario”, que accede a la bulliciosa Av. General Paz, hasta el Nudo Vial Mitre, que comunica los barrios Centro y Nueva Córdoba con Juniors y General Paz, al norte y transitando la imponente escultura del “Hombre Urbano”, del famoso escultor Antonio Seguí. A lo largo del derrotero, conoceremos las historias y anécdotas de los puentes Suquía, Alvear y 24 de Septiembre, como así también de emblemáticos edificios como los “Ex Molinos Río de la Plata”, el Centro Cívico y la hermosa Estación del FFCC Mitre. Acompáñenos en este paseo!!

Turismo – Visita virtual guiada – «Parque Lineal del Suquía y sus puentes históricos – 2° PARTE -“

Continuamos con el paseo ribereño por el Río Suquía, que marca el ritmo y la disposición arquitectónica de la zona norte de la ciudad. En esta segunda visita, tomaremos rumbo sureste desde el afrancesado puente “Del Centenario”, que accede a la bulliciosa Av. General Paz, hasta el Nudo Vial Mitre, que comunica los barrios Centro y Nueva Córdoba con Juniors y General Paz, al norte y transitando la imponente escultura del “Hombre Urbano”, del famoso escultor Antonio Seguí. A lo largo del derrotero, conoceremos las historias y anécdotas de los puentes Suquía, Alvear y 24 de Septiembre, como así también de emblemáticos edificios como los “Ex Molinos Río de la Plata”, el Centro Cívico y la hermosa Estación del FFCC Mitre. Acompáñenos en este paseo!!

Turismo – El parque de las palmeras altas

Por: Lic. Mariano Guerrieri

Dentro de las áreas naturales protegidas en el vasto territorio argentino existe una que, aunque de reducidas dimensiones, es de las más visitadas del país, el Parque Nacional El Palmar.

Ubicado a unos 60 km al norte de la ciudad entrerriana de Colón por ruta nacional N° 14, sobre el río Uruguay, frontera natural entre Argentina y la Banda Oriental. Con un poco más de 8.500 hectáreas de extensión, el área natural es el último reservorio de un ecosistema único: palmar – pastizal, que en tiempos pasados proliferaba en las riveras orientales de Entre Ríos y Corrientes, hoy diezmado por el avance de la agroganadería. De allí que su protección y cuidado alcanza un grado superlativo.

Las alargadas palmares del género butia yatay, son su imagen distintiva. Consideradas unas de las más altas del mundo, con un promedio de entre 15 y 17 metros, y longevas, con ejemplares que alcanzan los 400 años de antigüedad. En las copas, un racimo de cien hojas siempre verdes de más de 2 metros de longitud, protegen al fruto xerófilo “yatay”, dátil comestible de color anaranjado que los lugareños utilizan para elaborar licores, y son la base alimentaria de una numerosa población de coloridas aves que habitan el parque.

La eco-región a la cual pertenece el El Palmar es la del Espinal. Conformado por una llanura con pequeñas ondulaciones, que evidencian paisajes y suelos bien variados. Pudiendo distinguirse a corta distancia, los pastizales, atiborrado de palmeras, refugio de reptiles como el lagarto overo o la víbora yarará. El monte xerófilo, compuesto por espinillos, talas y ñandubay. A continuación, las tierras inundables forman ambientes acuáticos con una gran riqueza faunística, ideal para los amantes de los safaris fotográficos. Por último, la selva en galería en las riberas del río Uruguay, son un remanente de la selva misionera, con una gran biodiversidad en enredaderas, lianas, junto a  coipos, urones y lobitos de río que se dejan ver, algo escondidos, en la maleza.

Las tierras del Parque Nacional, fueron habitadas por los indígenas “yaros o jaros”, naturales cazadores y recolectores que fueron absorbidos y transculturalizados por los charrúas uruguayos en el Siglo XVII. Durante la conquista española, se encontró en la zona calizas organógenas (cal), siendo explotadas por los padres Jesuitas de la reducción Nuestra Señora de los Santos Reyes de Yapeyú (actual ciudad de Yapeyú, en Corrientes y lugar de nacimiento de José de San Martín), hasta su expulsión en 1768. Luego, las tierras fueron compradas por Manuel Antonio Barquín, quién siguió trabajando la calera. De ésta época, quedan unas históricas ruinas que pueden ser visitadas por los turistas.

Para los amantes del ecoturismo, El Palmar permite vivir experiencias únicas, senderos pedestres, a caballo y paseos en canoas permiten recorrer varios circuitos entre palmeras, bosques ribereños bordeando los arroyos Yatay o Palmar, entre carpinchos, que parsimoniosamente, se cruzan por el camino. Ejemplares de zorrito del monte, se pueden observar, escurridizos sobre los pajonales y a lo lejos, los ñandúes que recorren, presurosos, las planicies de la sabana entrerriana. El paisaje grandilocuente de un bosque enmarañado de palmeras desde el mirador La Glorieta, es una postal poco común en estas planas superficies.

Por último, romántico resulta contemplar el rojizo atardecer sobre el río Uruguay, cortado por las siluetas de las palmeras y acompañados por las tranquilas vizcachas que se emocionan junto al visitante, cual perro lazarillo, rumiando por los alrededores.

Pocas veces, el viajero tiene la oportunidad de experimentar un contacto tan estrecho con los seres vivos en su hábitat salvaje. El Palmar se afana de ello. Solo resta visitarlo

Apunte de viaje: El ojo curioso del ciudadano capitalino, podrá encontrar una muestra de ocho ejemplares de palmaras yatay, en el ala noroeste de la Plaza de la Intendencia, frente al hermoso Palacio de Justicia del centro cordobés.

El parque de las palmeras altas

Dentro de las áreas naturales protegidas en el vasto territorio argentino existe una que, aunque de reducidas dimensiones, es de las más visitadas del país, el Parque Nacional El Palmar.

Ubicado a unos 60 km al norte de la ciudad entrerriana de Colón por ruta nacional N° 14, sobre el río Uruguay, frontera natural entre Argentina y la Banda Oriental. Con un poco más de 8.500 hectáreas de extensión, el área natural es el último reservorio de un ecosistema único: palmar – pastizal, que en tiempos pasados proliferaba en las riveras orientales de Entre Ríos y Corrientes, hoy diezmado por el avance de la agroganadería. De allí que su protección y cuidado alcanza un grado superlativo.

Las alargadas palmares del género butia yatay, son su imagen distintiva. Consideradas unas de las más altas del mundo, con un promedio de entre 15 y 17 metros, y longevas, con ejemplares que alcanzan los 400 años de antigüedad. En las copas, un racimo de cien hojas siempre verdes de más de 2 metros de longitud, protegen al fruto xerófilo “yatay”, dátil comestible de color anaranjado que los lugareños utilizan para elaborar licores, y son la base alimentaria de una numerosa población de coloridas aves que habitan el parque.

La eco-región a la cual pertenece el El Palmar es la del Espinal. Conformado por una llanura con pequeñas ondulaciones, que evidencian paisajes y suelos bien variados. Pudiendo distinguirse a corta distancia, los pastizales, atiborrado de palmeras, refugio de reptiles como el lagarto overo o la víbora yarará. El monte xerófilo, compuesto por espinillos, talas y ñandubay. A continuación, las tierras inundables forman ambientes acuáticos con una gran riqueza faunística, ideal para los amantes de los safaris fotográficos. Por último, la selva en galería en las riberas del río Uruguay, son un remanente de la selva misionera, con una gran biodiversidad en enredaderas, lianas, junto a  coipos, urones y lobitos de río que se dejan ver, algo escondidos, en la maleza.

Las tierras del Parque Nacional, fueron habitadas por los indígenas “yaros o jaros”, naturales cazadores y recolectores que fueron absorbidos y transculturalizados por los charrúas uruguayos en el Siglo XVII. Durante la conquista española, se encontró en la zona calizas organógenas (cal), siendo explotadas por los padres Jesuitas de la reducción Nuestra Señora de los Santos Reyes de Yapeyú (actual ciudad de Yapeyú, en Corrientes y lugar de nacimiento de José de San Martín), hasta su expulsión en 1768. Luego, las tierras fueron compradas por Manuel Antonio Barquín, quién siguió trabajando la calera. De ésta época, quedan unas históricas ruinas que pueden ser visitadas por los turistas.

Para los amantes del ecoturismo, El Palmar permite vivir experiencias únicas, senderos pedestres, a caballo y paseos en canoas permiten recorrer varios circuitos entre palmeras, bosques ribereños bordeando los arroyos Yatay o Palmar, entre carpinchos, que parsimoniosamente, se cruzan por el camino. Ejemplares de zorrito del monte, se pueden observar, escurridizos sobre los pajonales y a lo lejos, los ñandúes que recorren, presurosos, las planicies de la sabana entrerriana. El paisaje grandilocuente de un bosque enmarañado de palmeras desde el mirador La Glorieta, es una postal poco común en estas planas superficies.

Por último, romántico resulta contemplar el rojizo atardecer sobre el río Uruguay, cortado por las siluetas de las palmeras y acompañados por las tranquilas vizcachas que se emocionan junto al visitante, cual perro lazarillo, rumiando por los alrededores.

Pocas veces, el viajero tiene la oportunidad de experimentar un contacto tan estrecho con los seres vivos en su hábitat salvaje. El Palmar se afana de ello. Solo resta visitarlo

Apunte de viaje: El ojo curioso del ciudadano capitalino, podrá encontrar una muestra de ocho ejemplares de palmaras yatay, en el ala noroeste de la Plaza de la Intendencia, frente al hermoso Palacio de Justicia del centro cordobés.

Por: Lic. Mariano Guerrieri

Turismo – Visita virtual guiada – «Camino Real: Villa Tulumba»

Punto trascendental del Camino Real, Villa Tulumba o De Tulumba, es un pueblo de los más pintorescos y antiguos del norte cordobés. Tierra de sanavirones, quienes dejaron su impronta en los cerros Colorado e Inti Huasi. Su origen se remonta a la merced concedida al español Don Juan Nieto en 1585. Transitar sus calles empedradas es volver a un pasado glorioso, de casas coloniales y figuras destacadas como los hermanos Reynafé.. La Caja de Previsión los invita a disfrutar de este paseo guiado y conocer sus edificios más representativos, como la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, “la catedral” del norte. Acompáñenos!

Turismo – Cabo Vírgenes, aquella punta del sur

A que argentino no le llama la atención aquella porción del extremo sureste continental en la provincia de Santa Cruz llamada Cabo Vírgenes, y a la vez imaginar un páramo imposible de llegar. Sin embargo, nada hace pensar que este lugar esconde curiosos datos e historias singulares.

Ubicado a 134 km al sureste de la ciudad de Río Gallegos, en plena estepa patagónica y azotado por los fuertes vientos del Atlántico, el cabo fue descubierto por Hernando de Magallanes el 21 de octubre de 1520 durante su viaje hacia las Islas Molucas o de las Especias (Indonesia), y bautizado en honor a la patrona Santa Úrsula y las once mil vírgenes.

A partir de ese momento, Cabo Vírgenes se convirtió en la puerta de acceso al Estrecho de Magallanes visitado asiduamente por navegantes del viejo mundo, incluidos los temibles piratas ingleses que hicieron estragos por toda la región. Situación que obligó a la corona española a tomar cartas en el asunto y fundar dos enclaves fortificados al mando del adelantado Pedro Sarmiento de Gaboa para frenar a los corsarios. La primera, en 1584, llamada “Ciudad Del Nombre de Jesús”, devenida en el primer asentamiento español en el actual territorio patagónico argentino. Y, posteriormente, “Ciudad Rey Don Felipe”, más al oeste cercana a la actual Punta Arenas en Chile.

Si bien, ambas fundaciones contaron con un centenar de habitantes, las adversas condiciones geográficas y climáticas, además de la dificultad para su abastecimiento, determinaron el trágico final de sus poblaciones que, en tan solo tres años, languidecieron por hambruna. Con el tiempo, nada más se supo de estas ciudades hasta que en 2006 científicos del CONICET encontraron restos de la primera población cercanas al faro. Un monolito rinde homenaje a estos pioneros.

Producto de la infinidad de naufragios acaecidos en sus inmediaciones, el faro de Cabo Vírgenes fue erigido en 1904, con 26,5 mts de alto y con un alcance de 24 millas náuticas. Actualmente, sigue en funcionamiento y es la baliza náutica más austral de la Argentina continental, guiando a los cruceros turísticos y barcos petroleros, además de poseer un museo interpretativo que puede ser visitado.

A partir de 1876, la presencia de pepitas de oro en sus playas atlánticas de arenas aluviales (sedimentos acarreados por ríos), produjo la llegada masiva de aventureros criollos, europeos y norteamericanos que despertaron una “fiebre” en el sur continental y que se extendió hasta mediados de los años ´50 del siglo XIX. Inmediatamente después, la soledad volvió a reinar.

De estos “buscavidas”, un entrerriano descendiente de alemanes, llamado Conrado Asselborn, quizá el hombre más escondido y olvidado del mundo se afincó en el lugar. Conocido también como el “ermitaño de Cabo Vírgenes”, vivió durante 40 años cerca del faro en una precaria construcción hecha de chapas y paredes hollinadas de madera, que estoicamente resistían los avatares del clima. Munido de su escopeta, cazaba libres y aves para alimentarse, y con su batea, descubría las esquivas pepitas del metal amarillo en las picadas aguas del mar. Curiosamente, sus únicos amigos, los torreros de turno del faro, daban aviso por radio del hallazgo y al corto tiempo, empleados de la famosa joyería Escasany de Buenos Aires, llegaban hasta estos confines para comercializar con el asceta. En 1992, el viejo solitario, al sentirse ya sin fuerzas, puso final a su vida con su arma. Su recuerdo, al igual que el estallido de la pólvora, se perdió en los remolinos del incesante viento.

Hace unos años, el nombre del cabo tomó relevancia en los medios periodísticos ya que se convirtió en el “kilómetro cero” de la fascinante Ruta 40, que serpentea de Norte a Sur al pie de Los Andes cual columna vertebral, finalizando su recorrido en la ciudad de La Quiaca en la provincia de Jujuy y tras recorrer más de 5.000 km e infinidad de paisajes.

Para el final, el turista, puede adentrarse por unas pasarelas a la Reserva Provincial Cabo Vírgenes y visitar la tercera colonia más importante de pingüinos magallánicos del continente, que anidan en los alrededores y admirar el vuelo rasante de chorlos, petreles, gaviotas y cormoranes. Desde los miradores, el visitante puede divisar, a lo lejos, la silueta de la ballena franca en su viaje rumbo a Península Valdés para dar a luz y aparearse, junto a las plataformas petroleras “off shore” que rompen el horizonte.

Afortunadamente, este minúsculo punto del mapa argentino, se mantiene prácticamente inalterado, emulando su nombre, lo que asegura el disfrute para las futuras generaciones.

 Apunte de viaje: Cabo Vírgenes, al ser denominado como el “kilómetro 0” de la Ruta 40, se convirtió en una meca apreciada por los aventureros del camino.

Lic. Mariano Guerrieri

Turismo – Visita virtual guiada – “Parque Lineal del Suquía y sus puentes históricos”

El Río Suquía o Primero, es el recurso natural que marca la fisonomía de la ciudad de Córdoba. En su margen izquierdo, en lo que hoy es el barrio Junior, fue el lugar elegido por Jerónimo Luis de Cabrera para fundar la ciudad en 1573. Si bien, se convirtió en un recurso fundamental para abastecer de agua y riego a la naciente urbe, era también una barrera física para su expansión. No fue sino hasta finales del siglo XIX que, con la construcción del puente Sarmiento en 1871, la ciudad anexó a los “barrios pueblos” y su crecimiento no se detuvo más. La Caja los invita a recorrer virtualmente las riberas del Suquía, para conocer este espacio natural y la historia de sus puentes y edificios emblemáticos acompañados por el guía Ariel Bustos. Que lo disfruten.