Dentro de las áreas naturales protegidas en el vasto territorio argentino existe una que, aunque de reducidas dimensiones, es de las más visitadas del país, el Parque Nacional El Palmar.

Ubicado a unos 60 km al norte de la ciudad entrerriana de Colón por ruta nacional N° 14, sobre el río Uruguay, frontera natural entre Argentina y la Banda Oriental. Con un poco más de 8.500 hectáreas de extensión, el área natural es el último reservorio de un ecosistema único: palmar – pastizal, que en tiempos pasados proliferaba en las riveras orientales de Entre Ríos y Corrientes, hoy diezmado por el avance de la agroganadería. De allí que su protección y cuidado alcanza un grado superlativo.

Las alargadas palmares del género butia yatay, son su imagen distintiva. Consideradas unas de las más altas del mundo, con un promedio de entre 15 y 17 metros, y longevas, con ejemplares que alcanzan los 400 años de antigüedad. En las copas, un racimo de cien hojas siempre verdes de más de 2 metros de longitud, protegen al fruto xerófilo “yatay”, dátil comestible de color anaranjado que los lugareños utilizan para elaborar licores, y son la base alimentaria de una numerosa población de coloridas aves que habitan el parque.

La eco-región a la cual pertenece el El Palmar es la del Espinal. Conformado por una llanura con pequeñas ondulaciones, que evidencian paisajes y suelos bien variados. Pudiendo distinguirse a corta distancia, los pastizales, atiborrado de palmeras, refugio de reptiles como el lagarto overo o la víbora yarará. El monte xerófilo, compuesto por espinillos, talas y ñandubay. A continuación, las tierras inundables forman ambientes acuáticos con una gran riqueza faunística, ideal para los amantes de los safaris fotográficos. Por último, la selva en galería en las riberas del río Uruguay, son un remanente de la selva misionera, con una gran biodiversidad en enredaderas, lianas, junto a  coipos, urones y lobitos de río que se dejan ver, algo escondidos, en la maleza.

Las tierras del Parque Nacional, fueron habitadas por los indígenas “yaros o jaros”, naturales cazadores y recolectores que fueron absorbidos y transculturalizados por los charrúas uruguayos en el Siglo XVII. Durante la conquista española, se encontró en la zona calizas organógenas (cal), siendo explotadas por los padres Jesuitas de la reducción Nuestra Señora de los Santos Reyes de Yapeyú (actual ciudad de Yapeyú, en Corrientes y lugar de nacimiento de José de San Martín), hasta su expulsión en 1768. Luego, las tierras fueron compradas por Manuel Antonio Barquín, quién siguió trabajando la calera. De ésta época, quedan unas históricas ruinas que pueden ser visitadas por los turistas.

Para los amantes del ecoturismo, El Palmar permite vivir experiencias únicas, senderos pedestres, a caballo y paseos en canoas permiten recorrer varios circuitos entre palmeras, bosques ribereños bordeando los arroyos Yatay o Palmar, entre carpinchos, que parsimoniosamente, se cruzan por el camino. Ejemplares de zorrito del monte, se pueden observar, escurridizos sobre los pajonales y a lo lejos, los ñandúes que recorren, presurosos, las planicies de la sabana entrerriana. El paisaje grandilocuente de un bosque enmarañado de palmeras desde el mirador La Glorieta, es una postal poco común en estas planas superficies.

Por último, romántico resulta contemplar el rojizo atardecer sobre el río Uruguay, cortado por las siluetas de las palmeras y acompañados por las tranquilas vizcachas que se emocionan junto al visitante, cual perro lazarillo, rumiando por los alrededores.

Pocas veces, el viajero tiene la oportunidad de experimentar un contacto tan estrecho con los seres vivos en su hábitat salvaje. El Palmar se afana de ello. Solo resta visitarlo

Apunte de viaje: El ojo curioso del ciudadano capitalino, podrá encontrar una muestra de ocho ejemplares de palmaras yatay, en el ala noroeste de la Plaza de la Intendencia, frente al hermoso Palacio de Justicia del centro cordobés.

Por: Lic. Mariano Guerrieri