
Por: Lic. Mariano Guerrieri
Los difíciles pasos fronterizos cordilleranos con Chile fueron transitados desde tiempos inmemoriales por los nativos, quienes los descubrieron, hasta convertirse en fluidas rutas de comunicación y comercialización entre ambos país. Curiosamente, en dos de ellos, Cristo Redentor y Pircas Negras, se yerguen un derrotero de refugios, cual oasis de servicios por su emplazamiento y situación.
En la provincia de Mendoza, en el pintoresco recorrido turístico “Circuito Alta Montaña”, que transcurre por la ruta nacional N° 7 rumbo al Paso Internacional Cristo Redentor, el visitante curioso, se preguntará por una antigua construcción en forma de horno de pan, emplazada sobre un pedestal cercana al portal de acceso al poblado de Las Cuevas. La misma, corresponde a una de las tres casuchas que permanecen en pie de los llamados “Refugios de O´Higgins”.

En efecto, las mismas fueron levantadas en 1780 por Ambrosio O´Higgins, padre del general Bernardo de O´Higgins, como postas de correo y refugio de comerciantes, que a lo largo de 160 km se disponían a distancias relativamente cortas permitiendo hacer más llevadero el peligroso periplo, a pie o en mula, entre Uspallata y Juncal, en Chile.
Estos verdaderos “hoteles”, testigos del paso de del Ejercito Libertador al mando de San Martín, estaban construidos en piedra y madera, además de contar con leña, alimento y corrales para los animales. Permitían alojar una decena de hombres, y eran la salvación en caso de mal tiempo. Luego, con el advenimiento del ferrocarril trasandino en 1910, las construcciones quedaron en el olvido.
Más cercanos en el tiempo y más al norte, en la provincia de La Rioja y como parte del cruce de los Andes por Vinchina o Tinogasta (Catamarca) hacia Copiapó, por el paso de Pircas Negras, existen 13 refugios conocidos como “las casuchas de Sarmiento”. Si bien, el contrato de su construcción fue durante la presidencia de Bartolomé Mitre en 1864, las mismas se terminaron en el gobierno del “padre del aula”, de allí su nombre.

La función de estos enclaves era similar a los puestos mendocinos, dar abrigo y protección a los arrieros y comerciantes. Sin embargo, presentaban un innovador avance arquitectónico, que consistía en un tabique lateral, adosado al habitáculo circular, confiriéndoles un aspecto de nido de hornero que protegía a los viajeros de los fuertes vientos e inclemencias del tiempo, muy comunes en estos inhóspitos parajes a más de 4200 msnm, creando un microclima especial en el interior de los mismos.
Los refugios estaban construidos en argamasa, con paredes de 70 cm de espesor y un diámetro de 4 mts con capacidad para unas diez personas. Además de contar con una chimenea para dejar libre de humo el interior a la hora de la comida y permitir calentar a los hombres.
La calidad de la construcción se puede constatar hasta el día de hoy, ya que los aventureros modernos, subidos a sus modernas 4×4 pernoctan en estas increíbles casuchas rodeados de un paisaje tan maravilloso, por las vistas a la Laguna Brava y el vuelo de los flamencos rosados, como peligroso, ya que los bruscos cambios de temperatura, el avecinamiento de la temible “tormenta blanca” y el mal de altura acobardan a más de uno.
Estos refugios, considerados patrimonios culturales del país, son testigos de una armoniosa relación entre el hombre y la naturaleza, por lo tanto, precisan ser conservados y disfrutados por todos los argentinos.
Apunte de viaje: Para conocer los refugios de la Laguna Brava en La Rioja, se pueden contratar excursiones en la ciudad de Villa Unión, portal de acceso a Talampaya y Valle de la Luna, destinos que el Departamento de Turismo de la CPS visitó con sus matriculados en reiteradas oportunidades.