La zona noroeste de las provincias de Catamarca y La Rioja, es quizá el espacio geográfico del planeta menos explorado, pero de una maravilla visual incomparable.

Al sur de los volcanes más altos del mundo, Bonete, Pissis y Ojos del Salado, se yergue, como un manto blanco azulado la majestuosa Laguna Brava, dispuesta de norte a sur en una altiplanicie desértica, barrida por los vientos que promedian los 120 km/h diarios, de allí su nombre y calcinada por el sol.  

La Reserva Provincial Laguna Brava, no solo protege a este prístino paisaje sino que también es uno de los reservorios occidentales más importantes de guanacos, vicuñas y flamencos rosados que dé a montones acompañan al intrépido que se anima da desandar sus caminos.

Ruta obligada hacia el límite con Chile por el paso de Pircas Negras, hoy es posible llegar en excursiones comerciales desde la localidad de Villa Unión, pasando por varios pueblitos como San José de Vinchina, Jague y Alto Jague por ruta nacional n° 76, para luego adentrarse en la Quebrada del Toro, donde el río del mismo nombre, da un curioso rulo de 180 °, puerta de acceso a la descomunal cordillera de los andes, cuyas coloridas montañas nada tienen que envidiar al famoso “Cerro de los 7 colores” en Purmamarca, Jujuy.

Si el colorido del paisaje, los vuelos rasantes de los flamencos rosados sobre la salitrosa laguna y tropillas de guanacos al galope, no son suficientes, el viajero se podrá maravillar con la arquitectura de las casuchas o refugios para arrieros construidos en argamasa durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, de curiosa forma circular con un tabique externo protector que le confiere el aspecto de un nido de hornero, y que al día de hoy se mantienen en pie.

Para el regreso del viaje, en el límite sur del espejo de agua, los restos de un avión de carga Curtiss C-46 que en abril de 1964 tuvo que hacer un aterrizaje de emergencia en las heladas aguas de la laguna, se convierten en el centinela de este paisaje argentino de ensueño.