
El argentino, es un viajero que elige el automóvil como medio de movilidad para llegar a los más variopintos destinos vacacionales recorriendo kilómetros y kilómetros por las rutas del país. La región pampeana, es la zona por donde transcurren esos movimientos, aunque pocos se detienen a admirarla.
En efecto, con un 1.200.000 km2, la Región Pampeana es una de las áreas más grandes de Argentina, que abarca seis provincias, además de ser el núcleo central y fuerza productiva del país, como así también en lo político y demográfico.

Quién no se detuvo alguna vez al costado del camino, y buscó encontrar el final del paisaje en medio de un horizonte infinito, plagado de cultivos de maíz, trigo, el bordó del sorgo, soja o bajo la atenta mirada de los girasoles en épocas de cosecha. Entendiendo quizá sí, el nombre quechua “Pampa” (llanura), que le pusieron los españoles cuando arribaron a éstas tierras provenientes del Potosí a principios del Siglo XVI.
Tierra indómita hacia el sur, habitada por solitarios ombúes, que curiosamente no forman bosques en estas latitudes aunque tienen el honor de ser el “árbol patrio de los argentinos”. Fueron testigos del paso de las comunidades nómadas de indios pampas, a los cuales pertenecían las etnias de los het, patagones septentrionales, querandíes y los temibles ranqueles, que comandados por los caciques de la dinastía Catriel, azotaron y causaron escozor en las comunidades del “hombre blanco”, como una respuesta desesperada por entender como sus tierras interminables comenzaban a caducar por el avance de la civilización.

El gaucho rebelde, inmortalizado por José Hernández en su obra maestra “Martín Fierro”, fue el que pudo mixturar con éxito la nueva realidad de ferrocarriles y alambres de púa, creando la identidad inconfundible del hombre de campo argentino, domador de caballos y guitarrero solitario. Los festivales veraniegos de doma y folclore, junto a los pueblos como San Antonio de Areco y sus almacenes de ramos generales, son el fiel reflejo de estas tradiciones admiradas por el turista extranjero.
Desde el aire, ver ese tablero de ajedrez de distintos verdes y ocres cambiantes, es maravilloso, y placentero a la vez. Como lo es, recorrer por carretera y en paralelo, estos campos de suaves ondulaciones, cual más visitado video de relajación.
Admirar un atardecer en la pampa argentina y la llegada de las estrellas, es un espectáculo que ningún viajero debe perdérselo. Contemplando como el sol hecha sombra en las torres de alta tensión, que estoicas, se convierten en centinelas del pastizal y ver como el febo se esconde tras las herrumbradas estructuras de los silos y molinos de viento a lo lejos, junto a las vaquitas que abstraídas con el pasto verde, completan la postal para un almanaque de Molina Campos.
Entonces, cuando nos echemos a recorrer estos caminos, tenemos el desafío de encontrar la respuesta al cosquilleo del estómago por tanta inmensidad.