Por Ricardo Iacub – Dr. en Psicología y Especialista en Gerontología

Supongamos que la pregunta inicial fuese: ¿Cuál fue el efecto de la Pandemia en las personas mayores? Esta pregunta debería responderse en varias etapas.

En un primer momento, se observó que las personas mayores fueron las que mejor respondieron ante ésta situación de cambio, presentando mayor capacidad de resiliencia, en comparación a las personas más jóvenes, donde hubo un aumento considerable en el consumo de alcohol y benzodiacepinas, además de dificultades en las relaciones con los convivientes.

Una gran ayuda para los adultos mayores fue el salto a la tecnología, con un impacto muy positivo en aquellas personas que no se animaban a utilizarlas, por ejemplo en el uso de plataformas de comunicación online (Zoom,  homebanking, etc.). Como siempre, las necesidades fueron la madre de todas las enseñanzas. Las tecnologías informáticas, se convirtieron en  un gran mecanismo de conexión con familiares, amigos y en especial, los grupos de actividades afines.

Posteriormente, en un segundo estadio, el cansancio en los adultos se hizo presente, debido a la incertidumbre persistente que se extendió más de lo deseado. Los efectos fueron mayor  tristeza, ansiedad, fobias y un miedo externo. Estas dificultades se notaron más aún cuando los más jóvenes volvieron  a la cotidianeidad a fines del año pasado, mientras que las limitaciones a las  personas mayores  se mantuvieron.

Hoy podríamos decir que estamos frente a una tercera etapa, con la mayoría de la población adulta vacunada, hecho muy positivo, porque en nuestro país la vacunación tuvo una buena adhesión comparada con otros países que lamentablemente no. Sin embargo,  lo que subsiste en muchas personas es el temor, porque no saben hasta qué punto están resguardados y hasta qué punto no. Y la verdad es que,  teniendo las dos dosis y los mecanismos de protección que todos tenemos que usar, no debería haber  temor con 18 años ni con  80 años. Son dudas esperables frente a algo que tiene cierto margen de imprevisibilidad, sabiendo que en términos generales, los riesgos bajaron notoriamente.

El resultado de este encierro tan prolongado, especialmente en personas mayores, fue  que se agudizaron algunos temores frente a lo que podía pasar, algunos muy notorios como por ejemplo, personas que se lavan las manos de forma obsesiva o cuidados que no se adaptan a lo que hoy se demanda socialmente o desde los especialistas. Asimismo,  lo que se observó  es que aquellas personas que quizás tenían algún deterioro cognitivo, aumentaron significativamente los síntomas de dicho deterioro, o que en términos generales, hoy la gente está más confundida con los horarios o problemas de memoria. Todo ello, se debe a  cuestiones de encierro o falta de actividad física, así como también el riesgo cardiovascular por la falta movimiento. Hoy tenemos las consecuencias de lo que nos dejó esta terrible enfermedad, además de  efectos concretos como la niebla mental.

Creo que es “hora de salir” y cuidarse, no solamente del  Covid, sino cuidar la salud de forma más integral, volver a la actividad física, volver a la actividad intelectual, todo lo que tenga que ver con manejar la mente de la forma más compleja y rica posible. Volver a la vida social, no solamente con familiares sino con amigos, de lo contrario, todo esto puede traer consecuencias que pueden llegar a ser dramáticas como la depresión o ansiedad frente a tanto tiempo de encierro.