Por Juan Turello (*)

¿Qué impacto puede tener sobre la economía el resultado de las elecciones primarias del 12 de septiembre?

La pregunta es válida en función del fuerte shock que provocó la abrumadora victoria de Alberto Fernández sobre Mauricio Macri -por más de 15 puntos porcentuales- en las PASO del 11 de agosto de 2019. 

Aún perdura en la memoria colectiva la fuerte pérdida de riqueza que sufrieron los tenedores de bonos argentinos (cayeron 15% en promedio) y de acciones (en algunos casos retrocedieron 50%), así como el golpe que sufrió la sociedad ante una pérdida de valor del peso frente al dólar de casi 25%. Todo sucedió en pocas horas.

La campaña se caracteriza por una apatía de la sociedad para con los candidatos de las distintas agrupaciones, inmersos en una agenda que está alejada de las urgencias actuales de los ciudadanos.

Las PASO de este año se convertirán, básicamente, en una encuesta anticipada de los comicios legislativos que se efectuarán dos meses después, el 14 de noviembre.

El resultado electoral determinará -por parte del Gobierno- una política económica más abierta (acuerdo con el FMI, exportaciones, actualización de tarifas) o más cerrada (control de precios y de empresas, estatización de servicios, avances sobre internet).

Si la alianza de gobierno logra contar con 129 diputados (entre propios y afines) sobre 257 integrantes de la Cámara Baja podría avanzar sobre proyectos que afectarán, sin dudas, el orden jurídico y económico.

Por caso, la elección del jefe de los fiscales y la aplicación de nuevas cargas para hacer sostenible el gasto público, que “no se achicará”, como acaba de anunciar el ministro de Economía, Martín Guzmán.

El Gobierno se verá obligado a reducir el déficit fiscal para cerrar el  acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que supondrá una  actualización de las tarifas de los servicios públicos, con una compleja segmentación de los usuarios.

Los analistas esperan una reducción de la brecha cambiaria entre el dólar oficial y los dólares financieros, que hoy supera el 70% y genera distorsiones en los precios de bienes y servicios.

Lo grave es que ninguno de estos temas aparece en el debate entre los candidatos, más interesados en usar eslóganes de campaña y en críticas sobre el pasado reciente de cada uno de sus adversarios.

Tampoco se discute en las PASO las urgencias que dominan la agenda global, como son los avances de la robotización y automatización del trabajo; la creación y uso de las monedas virtuales que provocarán fuertes cambios en el sistema financiero; la brecha entre ricos y pobres; el futuro de los regímenes previsionales, los cambios en la educación para rescatar a los jóvenes de la pobreza; el cambio climático con sus alternancias de inundaciones y sequías, entre otros puntos.

Por el contrario, los debates sobre los temas locales atrasan: si la emisión produce inflación; sobre aceptar o no un acuerdo con el FMI; la creación o no de un sindicato para piqueteros y su inserción en la CGT; etcétera.

La pequeñez de la pelea no contribuye a encontrar una salida al laberinto económico en el que cayó la Argentina, en el que predominan posturas que la sociedad global ya dejó atrás.

(*) Periodista, columnista del diario La Voz y del programa Los Turello