Distintas formaciones o hechos geográficos llaman tanto la atención a los turistas, que son el “leitmotiv” del arribo de éstos, como las Cataratas del Iguazú o el Glaciar Perito Moreno por citar los más conocidos de Argentina. Sin embargo, existen en la basta superficie del territorio nacional curiosidades del paisaje que nada tienen que envidiar a estos sitios mundialmente reconocidos. Uno de ellos es el sitio conocido como “Pozo de las Ánimas” en Mendoza, ubicado a escasos metros de la RP 222, camino al complejo invernal de Las Leñas, a unos 56 km de la ciudad de Malargue en el suroeste provincial.

Él o los Pozos de las Ánimas, son dos hoyos circulares adyacentes llamados dolinas o torcas, cercanos al arroyo Las Amarillas. Formados por la erosión de las aguas subterráneas que a lo largo de miles de años fueron conformando cavernas, y que al ensanchar sus paredes, provocaron la colisión del techo, dejando al descubierto dos cráteres con agua en su interior. Cada dolina tiene un diámetro cercano a los 100 mts, con un acantilado cónico de unos 80 mts de caída y que desemboca en una laguna verdosa de otros 20 mts de profundidad.

La magnificencia del paisaje, deja atónito al visitante, que busca explicación a lo que ven sus ojos. El viento es constante y los remolinos producen un zumbido inquietante en estas curiosas formaciones, parientes desconocidas de los cenotes de la península de Yucatán en México, dispuestas a los pies de la Cordillera de los Andes.

Más allá de los datos científicos, la cultura popular se esfuerza en divulgar el origen de estas torcas por medio de una ancestral leyenda. La misma cuenta que un grupo de aborígenes era perseguido por otra fracción enemiga, al llegar la noche, aquellos se percataron de que sus rivales habían desaparecido, y tras volver en sus pasos alterados por unos gritos y lamentos, encontraron a sus perseguidores atrapados y ahogados en dos pozos que se hundieron bajo sus pies. A partir de ese momento, comenzaron a venerar el sitio como “el lugar donde lloran las ánimas”.