El norte cordobés es una zona olvidada por el turismo de masas, sin embargo, es la región “de la historia”, en donde se sucedieron los hechos más trascendentes que forjaron la identidad provincial y nacional. Una perlita escondida en esta vasta aérea es Ischilín.
Ubicada a 120 de Córdoba capital y a 20 km al sur de Deán Funes, Ischilín (“alegría”, en lengua sanavirona), está detenida en el tiempo, llegar y pararse, atónito en la plaza principal, es retroceder más de 400 años. En efecto, se toma como referencia el año 1640 como fundación del pueblo, momento en que estas tierras fueron cedidas como encomienda de aborígenes por el fundador de Córdoba Jerónimo Luis de Cabrera a Miguel de Ardiles.
Con el paso del tiempo se convirtió en posta del Antiguo Camino Real al Alto Perú. Paso obligado de los viajeros, mercaderes y ejércitos de la pre y pos revolución. Y que unían, en largas travesías, el Virreinato del Río de la Plata con el de Perú. De esta época, mediados del S XVIII y principios del S XIX, tomó su fisonomía colonial actual.
El destino quiso que, ya delimitado y conformado el territorio argentino, el surgimiento de nuevos caminos y el paso del ferrocarril a varios kilómetros al norte, lejos del pueblo, Ischilín se convirtiera un paraje tristemente olvidado.
Con la llegada del nuevo siglo, en el año 2000, descendientes del artista plástico francés Fernando Fader, quién eligió estos parajes para pasar sus últimos años de vida, le devolvieron la “alegría” a esta comarca de dos hectáreas y recuperaron los edificios colindantes a la plaza principal. Devolviéndole, así, su esplendor colonial.
El edificio que por lejos llama la atención, no solo por su color amarillo en la fachada, es la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, construida por manos aborígenes y dirigidas por jesuitas en 1706. Edificada en calicanto, con contrafuertes y relieves en ladrillo cocido, con techo de tejas a dos aguas, fue declarada Monumento Histórico Nacional.
El algarrobo, que imponente se yergue en el centro de la plaza junto al aljibe, tiene más de cuatrocientos años y fue testigo del acantonamiento del ejército del General Paz, en los momentos álgidos de la lucha entre unitarios y federales.
Entre los coloridos edificios rescatados de la maleza, podemos destacar el Juzgado de Paz, la Pulpería y la Escuela, todos construidos en adobe y paja embarrada, en perfecto estado de conservación y posibles de ser visitados.
No muy lejos de Ischilín, se puede acceder al paraje Loza Corral para visitar la Casa Museo de Fader, donde se pueden apreciar utensilios de la vida cotidiana, como también dibujos y pinturas del famoso artista, representante del impresionismo alemán.
Por último, y a un par de kilómetros al sur, se puede visitar una bodega boutique que forma parte del Camino del Vino de la provincia.
Recorrer en silencio este paraje perdido del norte cordobés, reconforta el alma y nos obliga a cuidar nuestro patrimonio como legado para las futuras generaciones.
Apunte de viaje: El Departamento de Turismo, realizó en varias ocasiones el paseo por Ischilín, y donde los matriculados pudieron admirar y asombrarse con el lugar.
Lic. Mariano Guerrieri