Por: Lic. Mariano Guerrieri

Hace más de 4.500 años atrás, en el holoceno medio, los antepasados de las comunidades qom (toba) y wichi, de la región chaqueña austral, presenciaron un espectáculo sideral único producido en la tierra. Unas “rocas“ de gran tamaño, de un color y brillo semejantes al sol, iluminaron el cielo y se estrellaron en la vasta llanura. El lugar fue llamado “Campo del Cielo” (Pingüen N’onaxa, en su idioma), y rápidamente se convirtió en una zona sagrada que dio lugar a mitos y leyendas que se transmitieron de generación en generación.

En efecto, lo que presenciaron estos nativos fue una lluvia de meteoritos ferrosos resultantes de la explosión en la atmósfera de un asteroide de alrededor de 840 mil kilogramos, y que se expandieron en una superficie de unos 1350 km2 en los límites australes de las provincias de Santiago del Estero y Chaco.

La evidencia histórica la dieron los primeros españoles que llegaron a estas tierras a mediados del siglo XVI, atraídos por la curiosidad que le producían las puntas de flechas metálicas de los naturales, más aún, sabiendo que éstos no manejaban el arte de la fundición. Y movidos por afán de encontrar una montaña donde extraer plata, material de que creían estaban confeccionadas las filosas saetas.

Nada más apartados de la realidad en sus suposiciones, ya que ignoraban que no existía una veta argenta en la inmensa llanura chaqueña de talas, algarrobos y quebrachos, y que la composición de los aerolitos encontrados, es de más de 90% de hierro y resto níquel.

De aquellas expediciones, quedó registrado la existencia de un planchón metálico de más de cuatro metros de largo al que llamaron “mesón de fierro”, presumiblemente el astrolito más grande del mundo, pero que a principios de 1800 no se supo más del mismo. No obstante ello, otros fragmentos menores fueron enviados a Buenos Aires, y ya devenida la Revolución de Mayo, se utilizaron para confeccionar las primeras pistolas de fabricación nacional. Parte de uno de ellos, denominado “Runa Pocito”, fue donado a Inglaterra tras el reconocimiento de la independencia nacional y exhibido al mundo occidental por primera vez.

En tiempos modernos, y tras los esfuerzos de investigadores como Juan José Nágera, William Cassidy y la Asociación Chaqueña de Astronomía,  en la década del ´90 se creó la Reserva Natural Cultural Provincial Pingüen N’onaxa – Campo del Cielo, a 20 km al sur de la localidad de Gancedo en la provincia del Chaco, por Ruta Nacional N° 89. Donde se protege, además del bosque chaqueño, estas piedras celestiales entre las que se encuentran el 2° y 3° meteorito más grandes del mundo, “Gancedo” y “El Chaco” respectivamente. De 30 toneladas de peso aproximadamente cada uno y superados solamente por el astrolito “Hoba”, en Namibia, en el continente africano.

Dicha reserva natural de unas 100 hectáreas, cuenta con un centro de interpretación y  senderos para conocer los aerolitos a cielo abierto y varios cráteres elípticos y zanjas longitudinales, sinónimas de la fuerza del impacto y de la grandiosidad de esta dispersión meteórica, que se cree, provino del Cinturón de Asteroides ubicado entre Marte y Júpiter, dentro del Sistema Solar.

El valor patrimonial de estas rocas espaciales es incalculable, pero no así para el comercio ilegal de asteroides, que debido a lo extenso del territorio donde se encuentran diseminadas y la profundidad en donde se hallan, hacen mella sobre su protección, ya que según especialistas, solamente se estudiaron  y desenterraron de manera oficial, el 35% de los cuerpos celestes, de los que se cree existen en esta zona.

Por otro lado, su futuro parece tener sustentabilidad, ya que existen anteproyectos para ser enviados al Congreso de la Nación, a los fines de crear en Campo del Cielo un parque nacional y la intención  de juntar documentación y presentarla ante la UNESCO para declararlo Patrimonio de la Humanidad.

El mito qom de que estos meteoritos eran “gotas de sudor del sol” y que unían al hombre y la tierra con lo celestial, evidencian la magnitud de este evento cósmico, que eligió al territorio argentino, y la ignota región chaqueña para manifestarse.

Apunte de viaje: Imágenes, gentileza del fotógrafo Jorge Juan