Por: Lic. Mariano Guerrieri

El 17 de diciembre de 1903, los hermanos Wright ponían en el aire un aparato volador por unos trescientos metros, sin saber que éste aeroplano revolucionaría el transporte mundial y generaría un sinnúmero de mitos y leyendas en relación a los primeros aventureros de los cielos.

En Argentina, tan solo ocho años después, también dos hermanos, Augusto y Pablo Delaygue vecinos de la localidad de San Jerónimo Sur cerca de Rosario, ponían en el aire una maquina voladora y disparaban el furor por la aviación en el país.

Grandes empresas y personalidades formaron parte de esta incipiente actividad, desde la River Plate Aviation Company, pasando por la Aeroposta Argentina SA, que posteriormente se convertiría en Aerolíneas Argentinas. Y pilotos de la talla de Jorge Newbery, Teodoro Fels, Pedro Ficarelli, Vicente Almandos Almonacid y Antoine de Saint Exupéry, si, el autor del “Principito”, quien surcó los cielos patagónicos a finales de los años ´20. Sin embargo, hubo una mujer que se destacó como pionera de la aviación nacional, a pesar de que era nacida en Berna, Suiza, su nombre fue Myriam Stefford, y su vida, una aventura.

De padres italianos, Rosa Margarita Rossi Hoffman, tal su verdadero nombre, tenía una personalidad inquieta que la llevo a dejar la casa familiar a los 15 años y “probar” suerte como actriz en Viena y Budapest.  

En 1928, estando en Venecia, conoció al excéntrico millonario y escritor argentino Raúl Barón Biza, con quién se casó en la Basílica de San Marcos dos años después. La boda fue el suceso social más importante a nivel nacional, y en el cual asistieron grandes figuras de la realeza europea. Posteriormente, la joven pareja se radicó en Argentina, repartiendo sus días entre Buenos Aires y la finca familiar en el paraje “Los Cerrillos”, cera de Alta Gracia, sobre la Autovía N° 5.

Por esos días, el alma aventurera de Myriam, la llevó a incursionar con pasión en la aviación. Así fue que en poco tiempo obtuvo su carnet de piloto y junto a Barón Biza, unieron en vuelo Buenos Aires con Río de Janeiro.

Luego, junto a su instructor de vuelo Luis Fuchs, un alemán veterano de la Primera Guerra, planificó un viaje de largo aliento que uniría las capitales de 14 provincias argentinas. Su esposo compró un aeroplano al que apodaron “Chingolo I” y el 18 de agosto de 1931 comenzó el raid saliendo desde el aeropuerto de Morón en Buenos Aires. Al llegar a Jujuy, la máquina tuvo un desperfecto y con un segundo aeroplano, continuaron con el viaje rumbo sur. Sin embargo, en las cercanías de la localidad de Marayes en San Juan, la nueva nave se precipitó a tierra, terminando con la vida de ambos tripulantes.

Tras el accidente, varias hipótesis se tejieron sobre el mismo, la más resonante fue que, Barón Biza, sospechando una relación amorosa entre su esposa y el instructor, saboteó el motor del avión para provocar el fatídico desenlace.

No obstante ello, el viudo mandó a construir el mausoleo más grande del país.  En el mismo, trabajaron durante los años 1935 y 1936, un centenar de hombres bajo las órdenes del ingeniero Fausto Newton, para levantar este monumento de 82 metros de altura, catorce más que el Obelisco porteño.

La construcción asemeja la forma de un ala de avión y está hecha de hormigón. Posee, una cripta en su interior a varios metros de profundidad donde, supuestamente, descansaban los restos de Myriam junto a sus joyas, motivo de profanaciones en reiteradas ocasiones.  Además posee una escalera que lleva a la punta del ala donde existía un faro que simbolizaba la eternidad. Por último, en la entrada del mausoleo, existe una cautivante leyenda que dice: “Viajero, rinde homenaje con tu silencio a la mujer que en su audacia quiso llegar hasta las águilas”.

Este colosal monolito, forma parte del patrimonio histórico y cultural de Córdoba, y es considerado por muchos, como el segundo monumento al amor más grande de todo el mundo, después del Taj Mahal.

Apunte de viaje: El Departamento de Turismo de la CPS realizó, en varias ocasiones, una excursión a Alta Gracia, pasando por el monumento a Myriam Stefford durante su recorrido.