El agua y el viento son escultores naturales que a lo largo de los siglos han labrado la superficie de la tierra asombrosas formaciones, que dejan atónitos a los curiosos viajeros que pululan por todo el mundo. Los Colorados, son de las obras mejor logradas pero aún desconocidas.
En efecto, la formación Los Colorados, a 17 km al norte de la ciudad de Patquía en el corazón de la provincia de La Rioja, por Ruta Nacional 74, son restos de rocas pertenecientes al triásico superior (200 millones de años de antigüedad promedio), de areniscas con alto contenido de hierro lo que produce una coloración rojo intenso, pariente cercana de la popular Formación de Talampaya, situada a más de 100 km en dirección sudoeste.
El asombro del visitante en estos parajes se da al traspasar el arco de acceso al pueblo del mismo nombre. Nacido a principios del siglo XX, alrededor de la hoy abandonada estación del ferrocarril Gral. Manuel Belgrano. Comarca de no más de una veintena de casas rancho, de una particular “arquitectura ferroviaria”, ya que las mismas están construidas con los durmientes de las vías, que inmóviles y silenciosas acompañan la paz de sus habitantes, dedicados a la cría de ganado caprino y devenidos en conocedores guías de turismo.
Del caserío, tras pasar una tranquera, se abre un camino polvoriento y arcilloso con muy poca vegetación de baja altura, compuesta por brea, jarillas y cactus, permitirá descubrir las primeras geoformas y aleros, que además de sobra para combatir el implacable sol riojano, dejan a la vista pictografías y petroglifos de más de 900 años de antigüedad. Dichas obras de arte, pertenecieron a los diaguitas, naturales que tuvieron contacto con la civilización Inca y que habitaron una vasta región del noroeste argentino. Formas humanoides y animales, además de signos triviales conforman los dibujos y bajorrelieves esculpidos en la piedra.
Desandando unos kilómetros más, un paredón rocoso de unos 30 metros de altura, paralelo a las herrumbradas vías del tren, guarda celosamente un pequeño pasadizo conocido como la “Cueva del Chacho”. Según las históricas leyendas, fue el escondite de Ángel Vicente “El Chacho” Peñaloza, uno de los últimos caudillos federales que junto a Felipe Varela, ejercían sus influencias en los vastos llanos riojanos durante la segunda mitad del siglo XIX. Acérrimo enemigo del poder centralista de Buenos Aires, tuvo como escape estas tierras antes de ser pasado por las armas.
El histórico promontorio de piedra, nos sirve de balcón natural para admirar las estribaciones australes del Cordón del Velazco hacia el naciente y al oeste, la formación de Los Colorados, su amplio valle, y al fondo, en el infinito horizonte, los murallones del Parque Nacional Talampaya.
La grandiosidad del paisaje es inconmensurable, y para aquel visitante que aún le sobre aliento, una caminata de una hora entre rocas de distintos tamaños y composiciones, bajo la atenta mirada del cóndor andino, podrá llegar y admirar la perla escondida, “El Puente Natural” que el viento labró a más de 8 metros de altura.
Los Colorados, es hoy Reserva Natural y Cultural Provincial, que de a poco se abre camino en la vasta oferta turística de la provincia y resguarda un paisaje que el viento, “aún”, no se llevó.
Apunte de viaje: El Departamento de Turismo de la CPS, visito en varias oportunidades el Parque Nacional Talampaya, sitio cercano a Los Colorados y con similar antigüedad geológica.