
Por Lic. Mariano Guerrieri
La Argentina posee medio millar de islas e islotes en su territorio continental e insular, pero ninguna es tan enigmática y fascinante como la Isla de los Estados en el extremo sureste del país.
Ubicada a 40 km al este de la península Mitre, límite oriental de la Isla Grande de Tierra del Fuego, posee un largo total de 65 km pero sólo 16 km de ancho. Su particular forma “de peine de doble cara acostado”, se debe a que es la única porción del territorio argentino conformado por fiordos (antiguos valles escavados por glaciares, que luego fueron inundaron por las aguas del mar), de allí sus costas escarpadas.
Cabe resaltar que los fiordos (“puerto seguro”, en idioma escandinavo), son un raro accidente geográfico que solo están presentes, además de Argentina, en ocho países del mundo. Siendo los de Noruega, Islandia y Chile, los más famosos.

Otra particularidad de la isla, la constituyen sus montañas, ya que conforman las últimas estribaciones de la Cordillera de los Andes antes de desaparecer en el inmenso Atlántico, con una altura máxima de 823 msnm del monte Bove.
Tierra indómita, emplazada en la conjunción de los dos océanos Atlántico y Pacífico, la convierten en un lugar de difícil acceso, sin embargo, se presume que fue colonizada por los indios fueguinos, Shelknam y Yamanas, dos mil años antes del presente.
En efecto, el estrecho de Le Maire que separa al archipiélago de Tierra del Fuego, es el lugar donde se encuentran las corrientes frías y cálidas de los mares, que además de generar gigantescas y peligrosas olas, enturbian la atmósfera llenándola de bruma, la cual rodea en todo momento a la isla.
Éste fenómeno hizo que, desde sus comienzos, los habitantes fueguinos la denominasen Chuanicin, “tierra de la abundancia”, porque allí se encontraban los cuatro podres de la creación universal: el agua, el viento, el sol y la nieve.
Y tan errados no estaban los naturales, la proliferación de densos bosques de canelos y guindos, rodeados de una gran variedad de helechos producto de las altas precipitaciones (2.000 mm al año), llaman la atención por la hostilidad del clima reinante. Además de su rica fauna marítima costera caracterizada por ballenas jorobadas, lobos marinos antárticos con su pelaje de color gris y simpáticos pingüinos penacho amarillo y rey, uno de los más grandes de su especie. Que sirvieron de comida y abrigo para los pueblos canoeros.
Isla de los Estados también fue tierra de providencia, para aquellos navegantes holandeses que en 1616 la descubrieron y nombraron, como así también para los aventureros que la visitaron con posterioridad, al proveer de madera suficiente y agua dulce.

Desde que Luis Bernet, ex Gobernador de las Islas Malvinas, instalara la primera factoría de lobos marinos en 1828 la presencia argentina en la isla fue constante. Sin embargo, la figura del navegante autodidacta Luis Piedrabuena, captaría toda la atención porque, desde mediados del siglo XIX rescató a más de 146 náufragos en sus incursiones por las traicioneras aguas y tierras de la Isla de los Estados. De esta manera, reafirmaría la soberanía nacional en este lejano territorio.
En 1894, se instaló el faro San Juan de Salvamento, famoso mundialmente, al ser fuente de inspiración para novelista francés Julio Verne que imaginó “El faro del fin del mundo”, impresionado por los relatos de los aventureros que surcaron las aguas australes.
También, por esos años, se instaló en la isla, el presidio más extremo del mundo, pero sólo duró 4 años (1899-1902), debido a las insalubres condiciones de vida tanto de los presos, como de los guardiacárceles. Posteriormente fue trasladado a la más benévola Ushuaia, resguardada por el canal del Beagle.
A partir de ese momento, el despoblamiento de la isla fue incesante, hasta casi quedar despoblada. Solamente continuaron en funcionamiento un puñado de destacamentos de la Armada Argentina, que perduran hasta el día de hoy.
En 2016 fue declarada Reserva Natural Silvestre, administrada por Parques Nacionales, bajo una estricta conservación que no admite la presencia de turistas, a los efectos de salvaguardar la fragilidad de su ecosistema.
Isla de los Estados, tierra argentina tan anónima y fascinante a la vez, donde sólo parpadea una luz que marca el fin del mundo.
Bitácora de Viaje: El Departamento de Turismo de la CPS, realizó en reiteradas oportunidades un viaje a Tierra del Fuego, provincia a la que pertenece la Isla de los Estados.