Por: Lic. Mariano Guerrieri

Es sabido que el agua es un “imán” para los amantes de los viajes, y el mar, es el elegido por unanimidad. Más allá de eso, son pocos los que tienen la posibilidad de sumergirse en un mar interior con propiedades curativas, como lo es la Laguna de Mar Chiquita en la provincia de Córdoba.

Con sus casi 8.000 km2 de superficie promedio, Mar Chiquita es la mayor superficie lacustre del país y el 4º lago endorreico (sin salida al mar) del mundo. Además, un paraíso terrenal para las aves, que con 350 especies presentes,  constituyen el 25% del total de la avifauna autóctona de Argentina.

Embarcarse en un paseo por sus aguas saladas bordeando la costa, es una experiencia fascinante,  que permite entender la relación entre la naturaleza y el hombre.

Tierras prácticamente inhóspitas, desconocidas por el conquistador español, fue habitada por sanavirones, quienes mantenían una estrecha relación con la laguna y a la cual  llamaban Ansenuza, recordando a la  diosa cruel que habitaba sus aguas. Según la leyenda, ésta diosa lloró por amor a un indio moribundo, convirtiéndolo en una ave de hermoso color rosado que habitaría en el agua salubre originada de sus propias lágrimas.

El primer y único asentamiento poblacional en las márgenes de la laguna es Miramar, que comenzó a poblarse a principios del Siglo XX, para explotar los beneficios curativos del agua y fango costero. Su nombre se debe al hotel Mira – Mar de Victorio Rosso, que comenzó a funcionar en la década del `20 y por el cual se ingresaba a la ciudad que ya comenzaba a nutrirse de servicios hoteleros y gastronómicos.

Los años de esplendor del turismo salud y de esparcimiento en la región, se extendieron desde la década de los `40 hasta mediados de 1977, cuando se produjo una gran inundación debido a la crecida de la laguna, dejando 35 manzanas bajo el agua y más de cien hoteles arruinados o fuera de servicio. Tras lo cual, se produjo un éxodo masivo de la población, quedando la región prácticamente deshabitada. Los pocos pobladores que se aferraron a su tierra, se dedicaron la cría y comercialización peletera de coipos o falsa nutria.

Con la llegada del nuevo milenio y el paulatino retroceso de la laguna, la ciudad de Miramar, comenzó a recobrar su esplendor como destino de sol y playa. Si bien la salinidad del agua bajó, el barro sigue manteniendo sus propiedades curativas lo que atrae a buena cantidad de visitantes. Además, al disminuir el cloruro de sodio disuelto en la laguna, permitió la proliferación del pejerrey que se convirtió en el plato distintivo, junto a la carne de coipo, de la gastronomía local.

Caminar la costanera y visitar sus museos, como el famoso Ex Hotel Viena, cargado de historias de aparecidos y emparentado con el nazismo. Además, disfrutar de paseos lacustres y conocer los criaderos de las simpáticas nutrias, son algunas de las actividades que el turista puede disfrutar de este apacible enclave del noreste cordobés.

Reserva Provincial de Usos Múltiples, próxima a convertirse en el Parque Nacional más grande del país, Mar Chiquita es considerada uno de los reservorios de agua (humedal) y aves migratorias más importantes del mundo como el flamenco rosado, estandarte del lugar, la garza azul, diversidad de patos y el halcón peregrino venido desde Alaska.

Contemplar un atardecer en los márgenes costeros de la laguna, nada tiene que envidar al crepúsculo caribeño o polinesio. El horizonte es infinito y el aroma de la brisa salina tranquilizan.

Apunte de viaje: El Departamento de Turismo de la CPS realizó, en varias ocasiones, una excursión a Miramar con una alta adhesión por parte de nuestros afiliados.